Bancadas parlamentarias pegadas con mocos y babas

La cosa es llegar al Congreso, a la Alcaldía, al Gobierno Regional, a la Presidencia. No importa cómo, o si hay que aliarse con Dios y con el Diablo, y caer en lo que alguna vez se criticó: regalar prebendas a cambio de votos. Así es la política en el Perú, pues, y no hay milagro que la cambie, lamentablemente.

mocos y babas

Es lo que hemos observado estas últimas semanas, más acusadamente que en meses anteriores. Si bien ya ha habido casos de alejamientos de legisladores de sus bancadas de origen (Yeni Vilcatoma de Fuerza Popular, y Roberto Vieira de Peruanos por el Kambio), en los días pasados la crisis al interior del fujimorismo y del bloque de izquierda llamado Frente Amplio se ha agudizado.

El virus causante de este descalabro que amenaza partir dos de los más importantes grupos legislativos en el Congreso, se llama autoritarismo, es cierto, pero también conveniencia electorera, anteojeras a la hora de buscar un sitial donde capturar una curul, muchas veces sabiendo bien de que pie cojean los eventuales aliados en la campaña.

En el fujimorismo la cosa viene mal desde el saque. Para nadie es un secreto que los hijos el encarcelado líder de ese grupo, Keiko y Kenji Fujimori, vienen midiendo fuerzas para ver quien será el candidato presidencial en el 2021. Aunque parezca increíble, los pasivos de Keiko (Joaquin Ramirez, el no trabajar, su intromisión autoritaria en decisiones parlamentarias, su ciego afán de desestabilizar el gobierno a punta de interpelaciones y censuras, el aprovechamiento político de las donaciones durante los desastres naturales) le van pasando la factura, y se observa con un liderazgo más fino a su hermano menor (esto, hay que decirlo también, es una bien diseñada campaña de marketing).

Si bien ante las acusaciones y frente al régimen de PPK se han mostrado como una bancada sólida, monolítica, a la hora de votar (con generales que tienen voz de mando sobre sus «tropas»: Cecilia Chacon, Luz Salgado, Lourdes Alcorta, Hector Becerril y Luis Galarreta) , la procesión va por dentro, y recientemente la ha destapado la atractiva e inteligente congresista loretana Patricia Donayre, en virtud al tema de la reforma electoral, que debe ser ley pronto, y en la que el grupo mayoritario ha desestimado sus argumentos (bastante democráticos y purificadores de lo que hay hasta el momento) por considerar que se parecen a los propuestos por el Poder Ejecutivo y los organismos electorales, y a ellos le conviene lo ambiguo respecto a las fuentes de financiamiento de las campañas.

Su molestia ha sido evidente, ha reclamado airadamente al presidente de la Comisión de Constitución, su colega de bancada Miguel Torres (keikista convicto y confeso), y hasta ha señalado que no es posible que la lideresa del partido intervenga directamente en las decisiones de los parlamentarios, que no están sujetos a mandato imperativo, pero nada.

No le han hecho caso, y ahora siente en carne propia lo que es ser una «invitada» del fujimorismo para que les arrastre votos en su tierra, y que deja de serles útiles en cuanto piensa por si misma. Se lo dijimos en la campaña por Facebook porque nos cae bien, pero más primó la angurria, pues.

Ahora, Donayre evalúa retirarse de la bancada, y provocaría un cisma, pues hay una docena de legisladores provincianos, unidos con mocos y babas al fujimorismo durante la campaña, que ya no aguantan los desplantes de Keiko y sus «generales».

En el Frente Amplio sucede algo similar. De amplitud, nada. Reeditando las mismas viejas rencillas que han hecho que sus proyectos políticos naufraguen siempre, la izquierda nacional no aprende de sus errores, y se ensarzan en tontas discusiones internas, que de ideológicas no tienen nada, sino que solo desnudan los apetitos de poder de sus líderes.

La bancada se ha partido en dos, y ambas facciones se acusan mutuamente de autoritarismo. Una es comandada por el ex cura Marco Arana, y la otra por Manuel Dammert, Marisa Glave y otros seguidores conspicuos de la ex candidata presidencial Veronika Mendoza, y que buscan formar un nuevo grupo electorero, «Nuevo Perú», que desean que sea reconocido también como fuerza política por el Consejo Directivo del Congreso. El nombre ya ha sido usado antes en una elección nacional, y tuvo como candidatos al Parlamento nada menos que a Javier Diez Canseco y al ex diputado Manuel Benza Pflucker.

Arana se ha irrogado atribuciones extra reglamentarias, y ha sometido a disciplina a miembros de la bancada, ha removido de comisiones a legisladores de la facción contraria de su mismo grupo parlamentario, y ha redactado un reglamento interno del grupo parlamentario, entregado a la presidencia del Congreso, documento que no es fruto del consenso entre todos los congresistas elegidos bajo la misma bandera.

Claro, ahora, el ex sacerdote es poco menos que el Anticristo para los seguidores de la light Veronika, pero no le pueden contar a la ciudadanía que no sabían quien era, cuando se hizo conocido liderando las protestas anti mineras, cerrando carreteras, negándose a todo tipo de diálogo con Ministros y legisladores durante casi 10 años. Lo pusieron de candidato a Vicepresidente, cabeza de lista parlamentaria, y vocero de su bancada, pues.

Llorar sobre la leche derramada, en política, no se ve bien. Hay que admitir hidalgamente los errores. Y esto va tanto para Patty Donayre, aburrida ya del fujimorismo, como para Marisa Glave y los otros legisladores hartos del FA que los cobijó.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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