Periodismo y limpieza de información

A pocas horas de celebrarse un nuevo aniversario del «Día del Periodista» es bueno reflexionar sobre el papel que los hombres y mujeres de prensa cumplen en la noble tarea de informar a la ciudadanía de los acontecimientos en las distintas esferas de la sociedad.

Sobre el particular se ha dicho y escrito mucho, pero nunca está demás, sobre todo por parte de quienes ejercemos este indudable oficio influenciador, mirar no sólo a nuestro alrededor para captar la verdad de las cosas, sino también observarnos a nosotros mismos para descubrir si estamos obrando con corrección, ética y responsabilidad, y no movidos por ánimos revanchistas, de oposición ciega, de sumisión a poderes políticos, económicos y/o comerciales, o simplemente por afán de figuretismo y egolatría.

Un periodista que narra hechos políticos, sociales, deportivos o de espectáculos y entretenimiento, tiene un gran poder, pues sus crónicas, reportajes o artículos de investigación u opinión son seguidos por un público ávido de ser informado y muchas veces orientado a tomar una postura. Sea desde la prensa escrita, como desde la radial y televisiva, o a través de las redes sociales, es imperativo que reporteros, conductores de espacios noticiosos y columnistas recuerden siempre que la misión fundamental de nuestra vocación es dar a conocer sucesos y hasta opinar sobre ellos, pero no manchar honras, servir de caja de resonancia para oscuros intereses, y mucho menos mentir o distorsionar los hechos en aras de alguna conveniencia subalterna.

La gran crisis que el periodismo nacional atraviesa desde hace algunas décadas se debe fundamentalmente al mal uso de la libertad de expresión, y los responsables finales de esta debacle son los propios periodistas y los propietarios de los medios de comunicación. La prensa peruana se manchó con los dineros sucios de la corrupción fujimontesinista, se volvió interesada y mercantilista, se prestó para el chantaje y la diatriba, se automarginó del comportamiento ético (al igual que los llamados «otorongos» y «tránsfugas» congresales), y dio paso, con honrosas excepciones desde luego, a un lumpenesco estilo que años más tarde derivó en falta de credibilidad, sospecha de engaño y distorsión, desconfianza generalizada (en el mismo saco cayeron, por ejemplo, las empresas encuestadoras), y en vez de quejarnos o entercarnos en un proceder suicida, es preciso efectuar correcciones.

Que este nuevo Dia del Periodista nos encuentre unidos, decididos a mejorar nuestra imagen ante la sociedad, imbuidos de un espíritu nuevo pero que al mismo tiempo nos haga rememorar la calidad, responsabilidad, manejo ético, probidad y otras virtudes de muchos de quienes fueron nuestros maestros en las vetustas salas de redacción, cuando la melodía de las teclas de las máquinas de escribir era el sonido más maravilloso del mundo, pues de las carillas que brotaban desde ellas, se respiraba verdad, objetividad, profesionalismo.

¡Feliz Día del periodista a todos mis colegas!

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